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Estimado A. Isidro,
Le comento algunas cuestiones:
A. Isidro escribió:
no podría estar más de acuerdo con sus reflexiones. Nunca he pisado Arco, pero lo que he visto por la tele es, cuando menos, lamentable y ridículo. Si unos extraterrestres nos visitaran y sólo pudieran ver lo que allí se expone, pensarían, sin duda, que la nuestra es una especie absolutamente negada para el arte. Es más: tendrían sobradas razones para creer que los terrícolas estamos mentalmente enfermos.
En mi caso, no me queda más remedio que pisar dicha Nave de los Despropósitos, e ir directo al Stand de la Galería Marlborough para contemplar la Obra de López, Franquelo y Bravo únicamente -siempre confirmo telefónicamente con la galerista antes de emprender el trayecto-. Antes de llegar a dicho espacio, mi mirada es incapaz de posarse sobre los desvaríos propios de nuestro tiempo, temiendo a su vez, una contaminación audio-visual y conceptual de mi intelecto: cada año soy más intolerante, y alejo todo lo posible mi punto de vista de semejantes vacíos argu_mentales. Es como intentar acceder a un Concierto de Música Clásica atravesando un recinto invadido por ruido pop, rock etc. -a veces incluso me aíslo auditivamente-; este ruido como bien sabemos los dos, está destinado a satisfacer las sinapsis más superficiales y primarias que no requieren ninguna Reflexión por parte del espectador/oyente.
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A. Isidro escribió:
¿Cómo conciliar el milagro de La Piedad (del gran Miguel Ángel) con las inmundicias de Arco? ¿Cómo explicar semejante retroceso? Obviamente, son muchas las razones que explican la degradación del arte. Me limitaré a esbozar una breve reflexión sobre uno de los posibles factores intervinientes.
Imposibles de conciliar; esta degradación se encuentra instalada a todos los niveles, pero soy tajante: en el Arte NO puede cohabitar la mediocridad, no caigamos en el juego "intelectualoide" de los últimos decenios, alimentado sin remordimiento por mentes al servicio del marketing e intereses más o menos ocultos, no cuela: NO ES ARTE. El Arte, por definición, no se puede degradar y nunca es mediocre. Es o no es.
Afortunadamente, tenemos ejemplos como el que Usted cita: La Piedad es un Referente inamovible del significado de la palabra ARTE, su Noble Mármol e imperturbable temporalidad nos revelan el Camino a seguir, aunque no lleguemos al destino soñado por todo Artista, lo importante es tener bien localizados dichos Referentes al margen de modas, estupideces y la visión sesgada del hombre contemporáneo.
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A. Isidro escribió:
La grandeza es hija de la humildad. Las naderías, de la vanidad. Las grandes obras de arte clásico fueron concebidas por hombres convencidos de que el mundo es obra de Dios, la cual, por ser tal, es preciso reverenciar. La magnificencia de las catedrales o las pirámides de Egipto nos habla de hombres entregados a un excelso trabajo de reverencia, de postración ante el Todopoderoso. No se escatimaban esfuerzos para levantar tan tremendos monumentos de piedra, ni se regateaba ingenio en tan trascedentes y casi sobrehumanas empresas, pues todo era poco para contentar a Dios. Observemos La Piedad de Miguel Ángel. No es concebible mayor perfección técnica.
La Técnica entendida como una globalidad en el Arte Plástico, abarca desde la forma de respirar hasta el modo de disponer los pigmentos sobre la paleta, no puede estar limitada a las estrecheces de un mero concepto o una "idea" por muy -presuntamente- revolucionaria o innovadora que sea
a priori. Esa es la verdadera Técnica, la ineludible Grandeza; un verdadero Artista tiene que estar dispuesto a afrontar empresas que desde un punto de vista pragmático, sean imposibles de acometer. Sólo La Técnica en su máxima expresión harán de la travesía, un viaje profundo de renovación individual no exento de peligros: ¿cómo volver atrás si un golpe mal dado, quiebra el mármol de una Escultura?, ahora no importa, vivimos en la era de lo sustituible, de los adhesivos, de la fibra de vidrio y los moldes de alginato.
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A. Isidro escribió:
Ni pensable un mayor respeto en la representación marmórea de La Virgen y Jesús. El respeto por el objeto representado exige la más depurada técnica. El Cristo crucificado de Velázquez es otro ejemplo mayúsculo de respeto y técnica. Sería una ofensa a Dios pintarlo sin la necesaria pericia. Leonardo hizo uso de todo su talento para plasmar con sublime gracia sus madonas, ángeles o apóstoles. O al mismo Jesucristo en la última cena.
El origen de ese Respeto por el objeto representado, indudablemente empieza por el Respeto por uno mismo: jamás pintaré ya con acrílicos (que tienen un secado más rápido, propio de los plásticos), nunca calcaré una fotografía, no encenderé la pantalla de un ordenador para intentar escanear la Perspectiva Aérea de un Paisaje. Eso es Técnica y Respeto por ella; el caramelo envenenado de la Tecnología, aboca sin remedio a infinidad de autores al fondo pantanoso de un pozo que no deja ver más allá del fulgor vácuo de una bengala alimentada por un combustible que rinde culto a lo efímero, a lo intrascendente.
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A. Isidro escribió:
En general, el arte de siglos pasados se inspiraba en grandes temas que, por ello mismo, exigían la máxima concentración y respeto del artista: grandes batallas, acontecimientos milagrosos, sucesos mitológicos, escenas palaciegas, etc. Todo esto cambió de manera radical en la era moderna. Los pintores descubrieron que no necesitaban grandes temas para hacer obras de arte, sino, simplemente, motivos. Hete aquí una profunda inflexión en la historia del arte que debemos tener muy en cuenta. En los motivos ya no había nada trascendente en el sentido clásico, ni las cosas del mundo estaban sostenidas por la mirada ubicua de Dios. Cierto grado de irreverencia fue posible porque la naturaleza y los hombres habían perdido su carácter sagrado. Ahora bien, con todo esto no estoy diciendo que no sea posible hacer un gran arte del motivo. No es necesario creer que un Dios personal está detrás de cada objeto que representamos en el lienzo para obrar con el máximo respeto (técnica), para pintarlo con escrúpulo y honradez. Pero ocurre, eso sí, que muy pocos son los llamados a proceder así. El mérito de Antonio López, por ejemplo, es doble, pues él ha sabido ver y aprehender el misterio de las cosas mundanas de nuestro mundo. Ha sabido reconocer lo divino en cualquier objeto mundano, incluso en un cuarto de baño mugriento. No es preciso pintar una Virgen para pintar con respeto: basta con entender que cada cosa que nos rodea está penetrada de misterio; y, por eso mismo, todo cuanto nos rodea, desde lo más ampuloso a lo más humilde, ha de movilizar en nosotros, los espectadores, todos los recursos de la curiosidad intelectual.
López, Franquelo, Bravo son Artistas de Vanguardia que supieron leer este mensaje. Al contemplar la mayoría de sus Obras, se hace patente sin paliativos la máxima de "si Dios está en todas partes, he aquí la Prueba de ello", siendo este hilo conductor, el transmisor necesario de un hondo calado emocional en el espectador, sin artificios ni edulcorantes. Lo interesante de este asunto, es que pese a las interferencias propias del mundo inundado de captores y reproductores de imágenes enlatadas en el que vivimos, aún quedan espacios para la introspección y la meditación en donde se podría acceder a ese grado de Consciencia, siempre y cuando recuperemos el espíritu de la Profundización y la Reflexión interna. Sólo los Grandes Artistas entienden actualmente esta dualidad, encontrando en cada rincón de los sujetos/objetos representados ese misterio inabarcable de toda Obra de Arte.
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A. Isidro escribió:
Pero el problema es que muy pocos hombres están dotados para zafarse del asfixiante abrazo del nihilismo que hoy nos señorea. Exista o no exista Dios (en esto no entro), cuanto nos rodea es una maravilla. Creo que usted, amigo Poul, ha sabido entender como pocos la importancia de comprender el objeto representado desde dentro, pues eso es penetrar en las arcanas leyes que lo gobiernan. A nadie nos sorprende que el conocimiento de la personalidad de un retratado enriquezca el resultado final del retrato, de la obra. Cuando nos familiarizamos con el sujeto que hemos de representar, cuando lo conocemos por dentro, podemos retratarlo más fielmente por fuera. Algunos maestros del pasado se dedicaron a diseccionar el cuerpo de personas muertas para mejor conocer su anatomía. Conocer la estructura interior facilita el reconocimiento de las formas exteriores.
Sin dudarlo, este tipo de exploraciones es infinitamente más rico y complejo. La información aportada por el Estudio profundo de los elementos de una composición no puede ser reemplazada por la que otorga fotografía alguna, por muy buena que sea, ya que para empezar,
es errónea. Una de las mayores falacias de la actualidad, es aunar el acto fotográfico con La Realidad; de facto, términos como "hiperrealismo" o "fotorrealismo" son totalmente falsos en su raíz etimológica ya que no se puede ir más allá de la Realidad y la fotografía no puede reemplazarla, es imposible. Recuerdo con sonrojo, las palabras de ciertos autores que basan su discurso visual en la copia indiscriminada de reproducciones fotográficas, con un tratamiento totalmente plano y anodino, sin Lenguaje Pictórico alguno, estando encantados al tiempo con que sus "obras" no se puedan distinguir de una captura foto-mecánica. Es más, ni siquiera en esas meras transcripciones visuales colocan bien las letras, cometiendo inclusive, innumerables faltas de ortografía; obvio decir que en dichos despropósitos no existe gramática ni, por su puesto, prosa alguna, quedando el contenido -si es que queda algo- reducido a la mínima expresión, como ocurre en un sms.
Este terrible mal que aúna fotografía con Realidad/Verdad, actúa como un denso tumor que se expande sin remisión, en el cerebro de infinidad de personas que, por desgracia, no cuentan con un mínimo de Verdadera Cultural Visual, es decir, sólo tienen la lamentable influencia de los medios de difusión y el bombardeo -muchas veces premeditado-, de imágenes procesadas y emitidas en deleznables sistemas de "color" RGB y CMYK, ofreciendo al tiempo, una mermada y distorsionada visión del entorno.
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A. Isidro escribió:
Pero decía que muy pocos son los que se libran de una mirada superficial y desacralizada de la realidad, pues son arrollados por un incontenible caudal de nihilismo y banalidad. No es ésta una época en que la humildad pueda hacer acto de presencia. Ensoberbecidos en nuestro yo, halagados por el mercado y otros megáfonos de la demagogia, estamos impedidos para estudiar el mundo como los seres intelectualmente menesterosos que somos. Es la humildad, irónicamente, la virtud que nos puede hacer grandes, pues solo cuando media la humildad nos avenimos a prestar atención a nuestro derredor. Envanecidos, displicentes e individualistas, sólo atinamos a vernos a nosotros mismos como si fuéramos el ombligo del mundo, y a exigir que los demás nos miren, aunque nuestros mayores méritos quepan en el ojo de una aguja.
En este punto, le comento que defiendo férreamente el Individualismo como cualidad vital -sobre todo- en el ámbito de la disciplina Artística; siempre y cuando se cimiente nuestro ego, sobre un Trabajo digno y realmente válido.
Al contemplar la Obra de muchos de los Grandes Maestros del Arte, intuyo una actitud de aislamiento previo Consciente, es decir, jamás caen en el ridículo acomodo de la sonrisa permanente hacia los demás, teniendo alguno de ellos, un historial delictivo -que no comparto- en los casos más extremos, como ocurrió con Caravaggio.
Hoy en día, contamos con una "filosofía" de 5ª -sucedáneo de una verdadera reflexión interna del individuo-, muchas veces auspiciada por infinidad de multinacionales que, por ejemplo, editan "libros" de auto-ayuda, llegándose incluso, a aberraciones tremebundas de títulos que intentan unir con el pegamento de la ignorancia, a figuras irrepetibles del la Historia del Arte como Leonardo Da Vinci, con el presunto talento del lector. Hasta ese punto de irreverencia y de falta de ética se ha llegado en nuestros días. Terrible.
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A. Isidro escribió:
Reclamamos, como los niños malcriados que somos, nuestro minuto de gloria, de atención pública: es la máxima hiperdemocrática. De ahí el éxito de esperpéticos programas como El Gran Hermano y similares. Endiosados y pagados de nosotros mismos, exigimos atención por el mero hecho de existir, incapaces de ofrecen al mundo nada de valor. ¿Qué ofrece el concursante de Gran Hermano aparte de tediosos actos de cotidianidad o forzadas escenas de conflictos de convivencia? Nada. ¿Qué ofrece el "artista" de Arco? Una nadería o una extravagancia. La extravagancia es un afluente descarriado de la cotidianidad. Es la tibia rareza de quien, incapaz de asombrar, se limita a provocar. Pero una silla corriente expuesta en Arco no es arte, por más que se empeñen en decirnos que sí los gurús de la posmodernidad. Para ser arte ha de ser contemplada y estudiada como lo hacen los grandes artistas: por quienes han sabido apreciar, realmente, la belleza de una simple silla, quienes han estudiado sus formas, colores y estructura con tino y gracia. Colocar una silla en una sala de arte y pretender que con ello se hace arte no es otra cosa que un pasmoso acto de vanidad. La vanidad de quien cree que merece atención por nada.
Deduzco que Usted se refiere a programas de tele-"visión". Bien, en este punto, le comento que tan sólo enciendo dicho aparato para enseñarles a mis alumn@s las inevitables y profundas limitaciones de la imagen ofrecida, con un sistema cerrado de vídeo: enfocando mi cámara de hacia un monitor de TV con un cierto ángulo, retro-alimentándose los dos instrumentos (captor y reproductor) poniéndose de manifiesto, la profunda degradación de las "imágenes" repetidas sucesivamente, reproducción tras reproducción. Algo así está ocurriendo también, lamentablemente, con la "evolución" del Ser Humano, gen_eración tras gen_eración.
Así mismo y como bien indica, una silla corriente expuesta en Arco, NO es Arte; de hecho, una silla nunca es (ni será) Arte -por muy bien realizada o construída que esté-, debido principalmente a la naturaleza de su génesis: La funcionalidad. Una silla sirve para sentarse en ella, y este acto, jamás responderá a las Preguntas Capitales de todo ser inteligente, no puede bajo ningún concepto, completarnos a un nivel superior de auto-consciencia.
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A. Isidro escribió:
Decía Gohete que las épocas regresivas y decadentes son aquéllas que centran su atención en el sujeto, en la psicología. Las épocas ascendentes y progresivas son, por el contrario, las que se centran en el objeto, en el mundo exterior. Nuestra época está obsesionada con el sujeto, al punto de que todo ha de pasar por un proceso de "psicologización" Todo está concebido para contentar el yo egocéntrico del ciudadano hiperdemocrático. Para nosotros, pobres criaturas endiosadas de vanidad, el mundo se ha vuelto prosaico e indigno de nuestra reverencia. Nos importamos sólo nosotros. Y la enorme ironía que se esconde en estas maniobras psicológicas en que el objeto (el mundo exterior y sus leyes) es sistemáticamente ninguneado, es que el sujeto acaba por desaparecer. Un Dios sin Obra no es Dios. Y eso es lo que pretendemos nosotros, ser dioses sin Obra. Así como el hombre indujo la existencia de Dios (sea cierto o no que exista) de la contemplación y examen de su (supuesta) Obra (esto es, de la contemplación del universo), nosotros estamos obligados a reconocernos criaturas inteligentes sólo en la medida en que seamos autores de una Obra digna y excelsa. Pero si no somos capaces de concebir tales Obras, simplemente desaparecemos como sujetos activos, deviniendo meros objetos, o criaturas vivientes carentes de conciencia.
Esa falta de conciencia general, es uno de los detonantes actuales de tantísima mediocridad. Cuando todo da igual (aparentemente, en la superficie), no se puede ir más allá de la anécdota o lo banal: una gran mayoría se conforma con dar cuatro saltos los fines de semana -o algo peor-, para volver irremediablemente, de lunes a viernes, a una paupérrima existencia, basada en los impulsos atrozmente calculados de la sociedad del espectáculo y el entretenimiento, contrarios éstos, no sólo a la verdadera expresión artística y vital, sino también, al sentido común; creyendo que esa
panacea de lo inmediato es el no va más en cuanto a satisfacción personal. Es la psicología del auto-engaño y lo fugaz. Es el legado de la podredrumbe moral, una suerte de vacío en casi todos los ámbitos y sectores. Salvo rarísimas y contadísimas excepciones, todo desaparece: no se puede pretender ningún acto de creación interesante, es casi imposible.
Sólo nos quedan los
Referentes:
http://arte.forogratis.es/reflexion-xi-sobre-la-localizacion-de-referentes-t15.htmlUn afectuoso saludo.
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