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Amigo A. Isidro,
Interesantes reflexiones, paso a responder y matizar algunas de ellas:
A. Isidro escribió:
Estoy de acuerdo con usted. Las obras sobre las que discrepaban López y Naranjo no aportan, en mi opinión, nada diferente a lo que aporta una fotografía.
Efectivamente, uno de los lastres de mayor peso cuando se usa la fotografía al "pintar", sin vacunarse previamente contra la "fotitis aguda", es que la dialéctica del autor se queda lamentablemente en la cáscara perceptiva y dimensional de las propias copias fotográficas, creando un muro infranqueable entre La Realidad y La Pintura, tal y como hemos comentado ampliamente en este Foro.
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A. Isidro escribió:
Creo entender lo que usted dice. No obstante, tengo mis reservas. Pensemos en la música. A mi entender, nada o casi nada de lo que se hace hoy (aun siendo algunas cosas respetables y valiosas) tiene la calidad y enjundia de las composiciones de los grandes maestros clásicos. Si hoy alguien compusiera piezas musicales con el estilo clásico (barroco, clásico, romántico…) y lo hiciera con brillantez, yo no tendría ningún problema en oírlas con deleite. Supongamos, por ejemplo, que Mozart no hubiera escrito su famosa La Flauta Mágica, sino que fuera obra de un compositor contemporáneo. Podría objetarse que este autor copió el estilo de Mozart, pero no por ello dejaríamos de reconocer su enorme valor musical, porque conocer el estilo de algo no es suficiente para componer con genialidad en ese estilo. Asimismo, imaginemos que Leonardo no hubiera pintado su Gioconda, sino que fuera un trabajo de un autor actual. Igualmente, podríamos objetar que este autor pintó a la manera de Leonardo; sin embargo, tendríamos que reconocer su indudable valor artístico. No podríamos hablar, a mi juicio, de amaneramiento.
Ahí radica el
quid de éste asunto: sólo Mozart tuvo la genialidad necesaria para componer "La Flauta Mágica", independientemente del tiempo cronológico en que la compuso. Un músico actual puede estar profundamente influido por el legado de Mozart, pero al no tener su ADN ni sus vivencias etc., jamás podrá componer algo de semejante categoría -máxime si no deja de lado esa poderosa influencia, que no hace otra cosa que inclinar la balanza hacia el amaneramiento antes mencionado-. En mi opinión, esto no tiene nada que ver con el Estilo.
Todo esto es totalmente extrapolable a La Pintura; por otro lado, habría que estudiar y acotar muy bien su expresión cuando dice que un "…autor actual pintó a la manera de Leonardo"; bajo mi prisma, esto es imposible. Si fuera así, estaríamos conviviendo con el mismísimo Da Vinci. Precisamente, una Obra de Arte pictórica lo es principalmente por el mapa GEN_Ético de su ejecutante (unitario e intransferible), siendo éste, la Raíz fundamental de su GÉN_esis. Toda la información GEN_Ética es transferida al lienzo, así como las circunstancias y avatares del GENio Italiano en el proceso de su ejecución técnica. Afortunadamente, el resultado final de cualquier manifestación Artística está íntimamente ligado a dicha Raíz, son inseparables.
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A. Isidro escribió:
Permítame, estimado maestro, discrepar en este punto y exponer mi opinión, algo prolija. Es cierto que la ética y la estética son conceptos hermanados que comparten una parcela de su campo semántico. No obstante, son cosas diferentes.
En mi opinión, Ética y Estética son también inseparables (hermanas gemelas), sobre todo a la hora de plantear una Obra de Arte. Todavía no conozco Arte alguno en donde estén separadas ambas cualidades, o que alguna de ellas no esté presente.
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A. Isidro escribió:
Cuando una persona se viste con elegancia y pulcritud para recibir a las visitas, la estética de su apariencia tiene, sin duda, mucho de ética.
Así es, ya cuenta con ambas a la hora de vestir (cuidado, la moda jamás será Arte -tiene varias servidumbres intrínsecas-).
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A. Isidro escribió:
Es obvio que desea agradar a los demás, causar una buena impresión, ser respetuoso con los otros. Escribir con buena caligrafía es, asimismo, un signo de ética; de ética incardinada en la estética. Sí, todo esto es cierto, pero creo que el esteta, por muy elegante y de buen gusto que sea, no es, en sí, necesariamente, un individuo al que podamos llamar ético.
Bajo mi prisma, si estamos ante un individuo con Ética a la hora de escribir y vestir (nada más y nada menos).
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A. Isidro escribió:
La ética trasciende con mucho el contenido estético del esteta, del amante del buen gusto y la elegancia.
En términos estrictamente Pictóricos, esto es imposible. Otra cuestión distinta que podríamos analizar es que el Artista sea un asesino, como lo fue Caravaggio.
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A. Isidro escribió:
Observe, amigo Poul, que si fuera cierto que Claudio Bravo tenía la ética del buen gusto, Antonio López tiene la ética del mal gusto.
Discrepo Amigo, en mi opinión ambos Artistas aún siendo totalmente antagónicos tienen un gusto exquisito -sobre todo en sus últimas épocas-. Generalizando, el primero lo tiene principalmente cuando compone, y el segundo en el tratamiento del Tiempo. Bravo nos muestra La Verdad a través del deleite de los sentidos en su sentido más noble (sinápsis de altos vuelos) y López nos revela esa misma Verdad mediante la Cronología y la Atmósfera principalmente.
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A. Isidro escribió:
Pero no puede haber una ética del buen gusto y una ética del mal gusto, porque esto sería tanto como convertir a la ética en un cajón de sastre donde cupiera todo, una cosa y su contraria.
Totalmente de acuerdo en este punto, por eso afirmo que ninguno de ellos tiene la balanza inclinada hacia el mal gusto a lo largo de sus respectivas evoluciones como Artistas (cómputos totales). Lamentablemente, existen infinidad de autores que si caen en un mal gusto terrible a la hora de plantear sus obras, impidiendo el acceso a La Verdad Absoluta.
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A. Isidro escribió:
Si Bravo era ético al pintar con buen gusto, López no puede ser ético cuando pinta un cuarto de baño sucio y mugriento. Bravo jamás tuvo en mente pintar nada semejante e intuyo que esa temática le pudo producir algo cercano al asco.
Al contrario, ese baño sucio y mugriento está Pintado con un gusto exquisito y sin artificio alguno, en perfecto Equilibrio. Esa suciedad y mugre no están por encima -sinápticamente hablando- de la presencia humana de la estancia, habitada y vivida sin estridencias ni pátinas impostadas. Si pasásemos una bayeta con bio-alcohol por su superficie, quedaría totalmente nulo el efecto buscado (y conseguido) por parte del Artista a la hora de concebir el cuadro, quedando la imagen resultante bajo los asépticos e inocuos dominios de la publicidad de un limpia-azulejos o una promoción inmobiliaria.
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A. Isidro escribió:
En mi opinión, López está más cerca que Bravo de la ética en cuanto a sus respectivas obras se refiere. Pues López, a semejanza de lo que hizo Veláquez al pintar a enanos y tarados, dignifica todo cuanto pinta: presta la máxima atención (hasta el detalle) no a lo que ya es bello de por sí, sino a lo que cualquier persona calificaría de feo y desechable: un cuarto de baño sucio. López, sin llegar a lo truculento, no retira la mirada de esa parte de la realidad que cabe calificar de fea: un váter, un estudio desordenado, un conejo despellejado, unas sobras de comida...
Curiosamente, aquí volvemos a estar de acuerdo. A esto me refiero: La Verdad puede superar a La Belleza. Pero esa Verdad jamás podrá ser revelada con mal gusto, sin Est_Ética en su sentido más profundo.
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A. Isidro escribió:
Presta a estos motivos la máxima atención. Huye, diría yo, de lo bonito: desea extraer la belleza (o la esencia) de lo humilde y olvidado, y lo consigue. La preocupación de Bravo cuando pintaba pudo ser la preocupación del narcisista: la de quien ofrece elegancia y buen gusto porque, acaso, desea que los demás lo tengan por elegante. Fíjese, amigo Poul, que todo esto puede observarse no solo en la forma de pintar (y los motivos o temas pintados) de uno y otro artista, sino, igualmente, en la forma de vestir y vivir. Mientras Bravo, un tanto aristocrático, vivía en un caserón con aspecto de palacio, rodeado de lujos, sirvientes y belleza, recibía a reyes y personas de dinero y poder y vestía con elegancia, escuchaba música clásica mientras pintaba, López, más apegado a lo llano y térreo, tiene el aspecto de un hombre común (sin serlo), de un hombre llano, de pueblo, casi humilde. De hecho, López, pese a su aspecto humilde, es un sabio con hondas preocupaciones humanas y sociales. Basta escuchar lo que dice en sus entrevistas. Es un fino y preocupado observador de la realidad política y social. Le asustan los Berlusconi del poder, califica de terrible un sistema político dominado por el dinero y que deja a tanta gente en la miseria, etc.
Así es, como hemos comentado antes, son personalidades diametralmente opuestas pero tienen un denominador común: la búsqueda incansable de La Verdad. A lo largo de la Historia del Arte, se han dado bastantes binomios en este sentido. Tan sólo matizaría que López no huye de lo "bonito", sino que lo encuentra en donde la inmensa mayoría no lo ve por ceguera sistémica; en cambio, Bravo tenía una retina más entroncada con el Placer Visual, sin dejarse llevar en exceso por los cantos de sirena de lo excesivamente dulzón o empalagoso (barro en el que sucumben muchos de sus imitadores). Ambos tenían la virtud de un exquisito gusto y ponderado Equilibrio: uno cuando pintó ese conejo despellejado y el otro cuando hizo lo propio con su cordero atado, a punto de ser sacrificado.
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A. Isidro escribió:
Pese a estar en los antípodas en este sentido, López y Bravo son, sin duda, dos grandes pintores. ¿Qué los hace grandes? No el hecho de que uno pintara con buen gusto (telas caras, bellos jarrones, muebles preciosos…) y otro con mal gusto (o cosas de mal gusto), sino que ambos han pintado extraordinariamente bien aquello que se han propuesto pintar. Pero de esto (de pintar extraordinariamente bien) sabe usted infinitamente más que yo.
Insisto Amigo, en ambos aprecio buen gusto en la mayoría de sus respectivas producciones plásticas. Los dos son grandes, precisamente por lo que he mencionado sin cesar:
el Equilibrio. Ambos están en el filo de la navaja, pero casi nunca se cortan. El primero en el filo de lo excesivamente ampuloso, y el otro en la hoja de lo cotidianamente popular y terrenal.
Le agradezco sus palabras acerca de mi labor profesional, pero no crea, precisamente por éstas cuestiones, muchas veces
uno no sabe qué demonios
Pintar, siendo mejor estar callado hasta que
La Realidad te entregue algo que no esté viciado (en la medida de lo posible) por estereotipos, trampas visuales, conceptuales, literarias, etc., pisando en el terreno firme de
La Verdad, revelándola al tiempo -en el ideal de los casos-, en un lienzo.
Un cordial saludo.
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